En Savatthi.
Por la mañana muy temprano, la hermana Uppalavanna se vistió, cogió el cuenco y la túnica, y fue a Savatthi a hacer la ronda de limosnas. Cuando volvió, comió y luego fue al bosque del Ciego. Se adentró en él y se sentó a meditar al pie de un árbol.
Y Mara, el Malo, quiso infundirle miedo para que perdiera la concentración y no pudiera meditar. Y se acercó a ella y recitó estos versos:
Has venido hermana
a este árbol florido,
con sus bellas ramas
cuajadas de flores,
y te has puesto ahí abajo,
sola,
sentada en la raíz,
sin nada al lado
que pueda hacer sombra a tu belleza
¿no temes que te violen?
Y Uppalavanna pensó primero: «¿Quién habrá dicho eso? ¿Será humano o no será humano?»
Pero luego pensó:
«Es Mara el Malo, quiere infundirme miedo para que pierda la concentración.»
Y al comprender que era Mara el Malo, le contestó con estos versos:
Aunque llegaran aquí
cien mil violadores
no temblaría,
no tendría miedo,
yo no te temo, Mara,
porque esté aquí sola
sentada en el suelo.
Yo sola aquí
desaparezco,
me deslizo si quiero en tu vientre,
penetro entre tus cejas,
y tú
no me ves.
Yo domino la mente,
he asentado las bases del poder,
yo ya no tengo lazos que me aten,
ya no te temo,
amigo.
Y Mara el Malo dijo: «La hermana Uppalavanna me conoce». Y se fue de allí, triste y abatido.
|
|