Seis poemas de Andrew Marvell Saltana Revista de literatura i traducció A Journal of Literature & Translation Revista de literatura y traducción
A Dialogue between the Soul and the Body
Soul

Who shall from this dungeon raise
A soul enslaved so many ways ?
With bolts of bones, that fettered stands
In feet, and manacled in hands;
Here blinded with an eye, and there
Deaf with the drumming of an ear;
A soul hung up, as 'twere, in chains
Of nerves, and arteries, and veins;
Tortured, besides each other part,
In a vain head, and double heart?

Body

O, who shall me deliver whole,
From bonds of this tyrannic soul?
Which, stretched upright, impales me so
That mine own precipice I go;
And warms and moves this needless frame,
(A fever could but do the same),
And, wanting where its spite to try,
Has made me live to let me die
A body that could never rest,
Since this ill spirit it possessed.

Soul

What magic could me thus confine
Within another's grief to pine?
Where, whatsoever it complain,
I feel, that cannot feel, the pain;
And all my care itself employs,
That to preserve which me destroys;
Constrained not only to endure
Diseases, but, what's worse, the cure;
And, ready oft the port to gain,
Am shipwrecked into health again.

Body

But Physic yet could never reach
The maladies thou me dost teach;
Whom first the cramp of hope does tear,
And then the palsy shakes of fear;
The pestilence of love does heat,
Or hatred's hidden ulcer eat;
Joy's cheerful madness does perplex,
Or sorrow's other madness vex;
Which knowledge forces me to know,
And memory will not forego;
What but a soul could have the wit
To build me up for sin so fit ?
So architects do square and hew
Green trees that in the forest grew.






5




10







15




20







25




30







35




40


Diálogo entre el cuerpo y el alma
Traducción de Nicolás Suescún
El alma

¿Ah, quién sacará de esta celda
a un alma, esclava en tanta forma,
con cerrojos de huesos, de pie
entre grillos, las manos esposadas,
enceguecida, con un ojo u sorda,
y este tamborear de los oídos,
un alma colgando, se diría,
de cadenas de nervios, de arterias
y de venas, en toda parte torturada,
con cabeza vana y doble corazón?

El cuerpo

¿Ah, quién me librará sano y salvo
de las ataduras de esta alma tiránica
que, tensa hacia lo alto, me empala
para que caiga en propio precipicio,
que calienta y mueve este esqueleto
superfluo —lo mismo que la fiebre—
y ansiosa por ensayar su rencor
me ha hecho vivir para poder morir,
un cuerpo siempre sin descanso
desde que lo posee este malvado espíritu?

El alma

¿Qué magia así encerrarme pudo
para suspirar con la pena del otro,
donde cualquiera sea su queja,
lo percibo, no puedo sentir su dolor,
y donde todos mis cuidados se van
en conservar aquello que me mata,
obligada a sufrir no solamente
males sino, lo que es peor, su cura,
pues a punto de llegar a puerto
en la salud soy naúfraga de nuevo?

El cuerpo

Mas no hay médico que entienda
las enfermedades que me enseñas:
primero de la esperanza rasgas el calambre,
y luego el temblor de la parálisis del miedo;
calientas la pestilencia del amor
o roes la úlcera escondida del odio;
confundes la grata locura de la alegría
o inquietas la otra locura de la pena;
conocimiento éste que me obliga a saber
y a que nunca abandonen mi memoria.
¿Y qué, si no el alma, tendría el ingenio
de formarme para tan aptos pecados?
Así es como desbasta y cuadra el arquitecto
los verdes árboles que crecen en los bosques.






5




10







15




20







25




30







35




40


Derechos de autor El jardín Las Bermudas Seis poemas de Andrew Marvell