Saltana Agustí Bartra, escritor y traductor en el exilio Revista de literatura i traducció A Journal of Literature & Translation Revista de literatura y traducción
El poeta catalán Agustí Bartra inició en 1939 el camino hacia un exilio incierto. Acabó estableciéndose en México en agosto de 1941, país donde residió —salvo breves paréntesis— hasta su regreso a Cataluña en enero de 1970. La actividad literaria del escritor durante estos años fue muy intensa y su obra, sin duda, acabó siendo uno de los principales referentes de la literatura catalana en el exilio.(1) Como mínimo se trata de uno de los escritores catalanes con más obra publicada durante el periodo, tanto en catalán como en castellano, y uno de los pocos que acaba haciéndose un lugar en los círculos literarios mexicanos.(2)

Los estudiosos de la obra de Bartra afirman de manera casi sistemática que, en un primer momento, el escritor se sintió poco atraído por el mundo mexicano y que la aproximación fue mayor desde finales de la década de los cincuenta.(3) Pese a ello, la verdad es que, desde el primer momento Bartra colabora en un número considerable de diarios y revistas americanos (y no sólo mexicanos). Así, además de la participación en la prensa catalana propiamente de exilio, entre 1940 y 1956 tenemos detectados textos suyos en Repertorio Americano de San José de Costa Rica, La Patria de Colombia, The Nation de Nova York, Correo Literario de Buenos Aires y El Nacional, Las Españas y Excelsior, tres publicaciones mexicanas. Sin embargo, tanto estas colaboraciones de los primeros años del éxodo como los distintos libros que publica en este primer periodo tienen poca repercusión más allá de los círculos del exilio. A propósito de Odiseo, por ejemplo (la versión castellana es de 1955), uno de los reseñadores locales reconoce explícitamente que «este libro ha pasado totalmente inadvertido».(4) Más inadvertida circula aún la primera monografía sobre su obra: el libro Suite poètica. La poesia d'Agustí Bartra, que Jordi Vallès había publicado en 1946, también en México, y que sólo es reseñada en la prensa catalana de exilio.

Además de colaboraciones propias, la prensa americana de los años cuarenta y principios de los cincuenta —y básicamente la mexicana— se refiere a menudo a Bartra, especialmente a propósito de la participación en algún acto público (conferencias, recitales, etc.). La mayoría son simples notas biográficas para dar a conocer al autor. Sirva de ejemplo este escrito, no firmado, aparecido en 1943 en El Universal Gráfico de México, a propósito de la reciente publicación de Oda a Catalunya des dels tròpics:

¿Quién es Agustí Bartra? Uno de sus poemas está hecho en el campo de concentración de Agde, en 1939, y su obra dedicada a aquellos cuyo corazón es como una noria llena de viento, acusa la presencia de un poeta... Bartra es al mismo tiempo un hombre. Uno de los hombres barridos seguramente de su patria por la bestialidad nazifascista y que aquí en tierras americanas enarbola la posibilidad de pensar y de decir, después de haber transitado, en un éxodo interminable y angustioso, por los bosques de hijos caídos de su amada patria. Aquí, con la voz temblorosa del poeta, palpita la voz martirizada de Cataluña, la voz martirizada de España...

Si el comentarista empieza preguntándose quién es Bartra es porque ni el mismo lo sabe. Durante los primeros años del exilio este desconocimiento es habitual. Incluso hay quien habla de él como autor mexicano, cosa que posteriormente ya no sucederá.(5) Claro que quizá es más curiosa aún la información sobre este mismo tema que proporciona la revista Picaporte (25-VIII-1948), cuyo redactor no sólo duda al atribuir la nacionalidad del galardonado (que es presentado al mismo tiempo como catalán y mexicano), sino que además demuestra tener muy poco conocimiento tanto del autor como de su país de origen:

El último poeta mexicano becado por la Fundación Guggenheim es un catalán autor de L'estel sobre el mur y L'arbre de foc. A esta persona se le dice, por su catalanismo, «el Shakespeare de Cataluña».

También es cierto que, en estos años y a diferencia de lo que sucederá posteriormente, las referencias a México en la obra de Bartra son prácticamente inexistentes. El poeta prefiere servirse de referentes mediterráneos (a menudo clásicos), con la voluntad de conectar con una tradición de la que, desde su posición de exiliado, se siente heredero y depositario. Uno de los pocos momentos de este periodo en que el paisaje mexicano queda integrado en el opus bartriano es en las «Estances d'Atzingo», escritas en 1953 y incorporadas después a L'evangeli del vent (1956). Y la imagen del país que se desprende no es precisamente muy positiva. En el texto el yo poético toma conciencia de sus orígenes helénicos en plena noche náhuatl, por lo que la identificación es más que improbable:

Oh terra sense autumnes, de ràpides entranyes,
de déus feixucs i ingràvids colibrís:
no em lliga allò que serves, i, mirant tes muntanyes,
més certes sento les del meu país. (III, vv. 9-12)

[Oh, tierra sin otoños, de rápidas entrañas,
de pesados dioses y colibrís ingrávidos:
no me ata aquello que guardas, y, al mirar tus montañas,
siento más ciertas las de mi país.]

De alguna manera es como si en estos primeros años del exilio el distanciamiento entre Bartra y el mundo mexicano fuese mutuo: el desconocimiento o la falta de un reconocimiento suficiente comportan paralelamente un desinterés (e incluso una tímida animadversión).

A partir de 1957 se detecta un cambio de actitud en las dos direcciones. Es en este momento, justamente, cuando se inicia la amistad con Alberto Gironella, pintor mexicano hijo de padre catalán.(6) El pintor estaba casado con Cecilia Treviño, una periodista mexicana conocida en el mundo más bien frívolo de las crónicas de sociedad y que firmaba sus artículos con el seudónimo «Bambi». Fue ella quien publicó en el mismo año 1957 El ojo de Polifemo. Visión de la obra de Agustí Bartra, un libro con trampa, al menos en cuestión de autoría, ya que la primera mitad consiste en una antología de textos del escritor y la segunda son fragmentos de la crónica de Anna Murià, entonces aún inédita. La periodista —que consta en la portada como autora única— se limita a escribir el prólogo. Resulta, sin embargo que, ahora sí, de este libro se habla en todas partes, precisamente porque quien lo firma es una periodista conocida. Esto explica que la lista de reseñas, comentarios y entrevistas (incluso en la televisión) sea considerable y que las valoraciones muestren también cierta frivolidad.(7)

Lo que sí podemos afirmar es que, a partir de 1957 y de la mano de Cecilia Gironella, Bartra se introduce por primera vez en un espacio amplio del mundo cultural mexicano y su obra traspasa el círculo reducido de los grupos catalanes en el exilio. Es significativa, en este sentido, la reseña que publica Alfredo Cardona Peña, en la que habla de la autora como persona conocida y reconocida para, inmediatamente después, añadir: «¿Pero quién es Agustí Bartra, para que así se ocupe de él?» Su conclusión es clara: a través del libro ha descubierto «un grande y extraordinario poeta catalán» a quien «no lo conocen en México en la forma merecida».(8)

Pocos meses antes de la aparición de El ojo de Polifemo, la misma Cecilia Gironella afirmaba en una de sus crónicas que «Bartra es todavía un misterio. Y habita entre nosotros desde hace quince años».(9) No cabe la menor duda de que, después de la difusión de El ojo de Polifemo, en gran medida el misterio se había desvanecido. El mismo Bartra se siente tremendamente ilusionado con la repercusión que está teniendo el libro y así lo confiesa, por ejemplo, en carta a Jordi Pinell del 9 de septiembre de aquel año:

He viscut uns dies de gran joia i felicitat. L'aparició del llibre El ojo de Polifemo (en una edició meravellosa, com podreu veure aviat, car avui mateix us n'envio un exemplar), marca una fita i un començament. És un llibre que em confirma en obra, esperit i vida, i pressento que tindrà una vasta influència humana. Ja me n'han arribat els primers senyals, per bé que sols fa un parell de dies que en circulen exemplars.

[He vivido unos días de gran alegría y felicidad. La aparición del libro El ojo de Polifemo (en una maravillosa edición, como podréis ver, ya que os mando un ejemplar hoy mismo), marca un hito y un comienzo. Es un libro que me confirma en obra, espíritu y vida, y presiento que tendrá una vasta influencia humana. Ja me han llegado las primeras señales de ello, aunque sólo hace un par de días que circulan ejemplares.]

Y acaba de confirmarlo en otra carta, del 6 de noviembre, también dirigida a Pinell:

El meu retard a comunicar-me amb vós ha estat degut, més que res, a anar molt mancat de temps. La culpa d'això la devem en bona part a El ojo de Polifemo, que està causant una veritable sensació. Hi ha hagut una allau de crítiques als diaris i revistes, el llibre es ven molt bé i els cercles d'amics de llengua castellana cada dia augmenta. I d'una manera que comença a preocupar-me, perquè a casa molt sovint sembla un cafè. Em roben molt de temps, però com no atendre aquests fervors nous, rostres veus, atenció bategant i influència viva que s'anomenen Gironella, Montaña, Bañuelos, Valdés, Mutis, De la Colina, Oliva, Cepeda, Labastida, etc.; tots joves entre els vint i els trenta anys? Odiseo va obrir la bretxa, però El ojo de Polifemo ha conquistat definitivament.

[Mi retraso en comunicarme con usted se ha debido, sobre todo, a que estoy muy falto de tiempo. La culpa de eso se la debemos en buena parte a El ojo de Polifemo, que está causando auténtica sensación. Se ha producido un alud de críticas en los diarios y revistas, el libro se vende muy bien y el círculo de amigos de lengua castellana aumenta cada dia. Y de un modo que empieza a preocuparme, puesto que la casa parece muy a menudo un café. Me roban mucho tiempo, ¿pero como no atender estos nuevos fervores, rostros, voces, palpitante atención y viva influencia que se llaman Gironella, Montaña, Bañuelos, Valdés, Mutis, De la Colina, Oliva, Cepeda, Labastida, etc.; todos jóvenes de entre veinte y treinta años? Odiseo abrió la brecha, pero El ojo de Polifemo ha conquistado definitivamente.]

Las dos citas son enormemente significativas para entender el cambio de actitud de Agustí Bartra, su mayor aproximación a partir de este momento a la cultura mexicana o a sus referentes literarios y, especialmente, para demostrar la importancia de la recepción del libro de Cecilia Gironella en este proceso. Dicho de otro modo: Bartra se interesa por el mundo mexicano y acaba incorporándolo en su obra justo cuando este mismo mundo muestra interés hacia él y su literatura. Coincide además, con la rotura que se produce, precisamente en el año 1957, con muchos de los lazos que había mantenido hasta entonces con la cultura catalana en el interior.(10)

El año 1957 es también el momento en que Bartra publica la segunda edición en castellano de su Antología de la poesía norteamericana. La prensa mexicana también se ocupa bastante del tema, lo que acaba de complementar la proyección del poeta entre el mundo cultural mexicano a partir de este momento. Vuelve a ser significativo que esta segunda edición tenga una resonancia mediática considerable —«un acontecimiento literario excepcional», leemos en las páginas de Excelsior—,(11) mientras que la primera (de 1952) pasase mucho más desapercibida. De entre las numerosas reseñas encontramos alguna de especialmente curiosa, como la de Francisco Zendejas, que parte del tópico del catalán trabajador y sacrificado, para explicar que alguien sea capaz de concebir un trabajo de traducción tan imponente:(12)

Pocas veces nos encontramos ante un trabajo tan señero y fecundo como este de Agustí Bartra, el poeta catalán que, encima, dirige las labores literarias del club «El Libro del Mes», donde revisa o realiza una traducción por mes. ¡Con razón Cataluña sostiene razones separatistas! Pregúntenle ustedes a un andaluz qué piensa del trabajo. ¡Ni lo permita Dios!

Al margen de esta curiosa justificación del independentismo catalán, la reseña pone en evidencia un aspecto que a partir de este momento pasará a ser innegable: Bartra es, indiscutiblemente, «el poeta catalán», un calificativo que ya nadie más va a poner en duda.

El periodo que va de 1957 a enero de 1970 —la fecha del retorno— es el momento álgido de la relación recíproca entre el poeta catalán y el mundo mexicano. Es cuando Bartra escribe y publica los poemas de Quetzalcoatl (1960 en versión castellana) y la novela La lluna mor amb aigua (1968, en versión catalana y castellana), dos intentos serios y complejos de incorporación y asimilación de la cultura mexicana. No es una casualidad que el proyecto de Quetzalcoatl empiece a forjarse en plena campaña de proyección de El ojo de Polifemo.(13) Así mismo, tampoco nos pasa desapercibido que la edición castellana de Quetzalcoatl esté dedicada precisamente al matrimonio Gironella.

En realidad, esta serie de datos concurrentes no es otra cosa que una nueva confirmación del cambio de actitud del escritor respecto al mundo mexicano cuando en el país empieza a forjarse un cierto reconocimiento público de la obra bartriana. Y es que, en palabras de Anna Murià, «Agustí Bartra, ese extranjero no del todo extranjero [...] había penetrado el espíritu de México, había sido penetrado por él».(14) Lo que no puede negarse, en este sentido, es que la reacción del poeta es inmediata e inequívoca. E incluso más: si damos una mirada al principio del canto XII, que son los primeros versos del libro que escribió, observaremos una reaparición de los aspectos que caracterizaban las citadas «Estances d'Atzingo» (la montaña, el colibrí, los dioses o la noche náhuatl), pero ahora todos con connotación positiva:

Aleshores, Quetzalcoatl digué al seu cor:
—Oh remor de la meva fugida, ràfega de l'est que estens la meva ombra al peu de la muntanya!
Nua anava la meva ànima per les ribes del silenci,
ajaguda sobre l'herba com una primavera coberta de fruits,
ajaguda tota la nit damunt una estora de lluernes i amb el colibrí invisible als llavis.
La meva ànima sola, la meva ànima de foc, somiava neu alta, cridava sabes, cantava espigues contra Tezcatlipoca
mentre la nit del mar es cabdellava als seus peus i començava la fresa de milions de llunes...

[Entonces Quetzalcoatl dijo a su corazón:
—¡Oh, rumor de mi huida, ráfaga del este que extiendes mi sombra al pie de la montaña!
Desnuda iba mi alma por las orillas del silencio,
acostada sobre la hierba como una primavera cubierta de frutos,
acostada toda la noches como una alfombra de luciérnagas y con el colibrí invisible en los labios.
Mi alma solitaria, mi alma de fuego, soñaba nieve alta, llamaba savias, cantaba espigas contra Tezcatlipoca
mientras la noche del mar se ovillaba a sus pies y comenzaba el desove de millones de lunas...]


A partir de este momento, la atención de la prensa mexicana al trabajo de Bartra será permanente. A propósito de Quetzalcoatl, por ejemplo, incluso detectamos un seguimiento detallado del proceso de elaboración del libro, que complementa el buen número de reseñas que se publican a lo largo del año 1960. Así, durante 1959 se editan fragmentos del texto en diferentes publicaciones (15) y a finales de año se organizan también recitales para dar a conocer el volumen, al mismo tiempo que la prensa se ocupa de él de forma apreciable.(16) Y no sólo eso: debemos tener presente que en 1958 aparece la edición castellana de la novela Crist de 200.000 braços y se publica en una de las colecciones de bolsillo de la editorial Novaro, con un tiraje de 15.000 ejemplares y una considerable resonancia mediática. Paralelamente, Bartra incrementa su participación directa en la prensa. Así durante los años 1958 y 1959 se convierte en uno de los colaboradores habituales de México en la Cultura, el suplemento literario del diario Novedades, lugar donde publica numerosos textos literarios propios además de artículos diversos, especialmente sobre otros escritores, con traducciones incluidas (de Herman Melville, Carl Sandburg, Louis Aragon, Nikos Kazandzakis, etc.). No es el momento de hacer una catalogación y un análisis exhaustivo de todo este material, pero vale la pena destacar como mínimo una nota memorialística sobre el veinte aniversario del paso del poeta por los campos de concentración del sur de Francia (17) y la publicación completa de la versión castellana de la obra de teatro Cora i la magrana, coincidiendo con el estreno del montaje, entre el 15 y el 28 de febrero, en el Teatro Orientación por parte del grupo experimental Teatro Estudio.(18)

Esta serie de referencias ayuda a entender que en 1959-1960 Bartra ya no sea el poeta desconocido de los comentarios del periodo anterior, sino que ahora, contrariamente, se hable ya explícitamente de «el célebre poeta catalán Agustí Bartra» (19) y poco después las revistas le dediquen monográficos especiales. Es el caso de Fiesta Brava de Guadalajara en 1962 (20) y de México en la Cultura en 1963, con un número que incorpora una breve biografía, una entrevista y diversos textos literarios.(21) Tampoco no nos debe pasar desapercibido que es Bartra quien se encarga de preparar, también en 1963 y para México en la Cultura, una antología de los últimos cien años de poesía mexicana, con lo cual se pone en evidencia no únicamente el interés por el tema, sino también el conocimiento de la materia. Sólo de la década 1951-1960, por ejemplo, se antologan textos de dieciséis autores diferentes, lo cual deja constancia de que el antólogo estaba suficientemente al día de la poesía mexicana coetánea.(22)

La carta a Jordi Pinell anteriormente mencionada nos permite deducir que es también a finales de los cincuenta cuando se consolida la relación con el grupo de La Espiga Amotinada, formado por Juan Bañuelos, Jaime Labastida, Óscar Oliva, Jaime Augusto Shelley y Eraclio Zepeda. Se ha hablado ya mucho de estos contactos y del supuesto apadrinamiento de Bartra a propósito de la publicación en 1960 del volumen colectivo que da nombre al grupo.(23) Nos limitamos ahora a establecer las líneas maestras de lo que podría ser un estudio. La primera idea a tener en cuenta es que Bartra ejerce ciertamente un apadrinamiento sobre el grupo y ayuda a sus cinco componentes a darse a conocer como poetas. Vuelve a ser significativo que los primeros rastros de esta relación sean del año 1958, justo en le momento del cambio de actitud que hemos ido repasando. La carta a Pinell en la que se nombraba la relación con los nuevos amigos mexicanos era de noviembre de 1957. Sólo un año después la relación se concreta en un primer prólogo a una brevísima muestra antológica de los cinco poetas que Bartra publica en una de sus colaboraciones habituales en México en la Cultura. El prologuista los presenta «con una fe entreverada de ternura» y como buenos ejemplos de una «poesía de la vida» que quiere ser antes que nada «toma de posesión trascendental». También es cierto que el matiz en el título del prefacio («Cinco poetas fraternales que todavía no descubren el amor») parece como si quisiera mantener al lector a la expectativa de lo que estaba por llegar.(24)

Y lo que estaba por llegar, llegó. El momento cumbre de la relación con el grupo consiste en la publicación en 1960 del libro colectivo La espiga amotinada. Bartra es quien realiza directamente los trámites con el editor y quien prologa el volumen.(25) El texto, en la línea de lo que ya advertíamos anteriormente, se convierte en una declaración de principios de la poética propia, razón por la que los aspectos que destaca en los poetas del grupo se aproximan mucho a la concepción bartriana del género: «el valor del espíritu en función de libertad», la «carga de imágenes», la «decidida repugnancia contra el poema corto [...] y contra el juego estético como finalidad en sí misma» o «la realidad fecundada por la dialéctica simbólica del espíritu». Porque, en definitiva, «Bañuelos, Oliva, Zepeda, Shelley y Labastida están dentro de una poesía cuyo espíritu se adhiere al destino del hombre».(26)

Una lectura de este tipo nos permite interpretar que lo que Bartra realmente está forjando no es solamente un apadrinamiento, sino un auténtico magisterio. Por eso al hablar de la poesía de todos ellos, el prologuista está haciendo una lectura interesada: ofrece una imagen más unitaria —más bartriana, en el fondo— de la que seguramente se ajusta a la realidad. También es cierto que, al menos en un primer momento, los cinco poetas mexicanos asumen esta imagen que Bartra les otorga y potencia. En este sentido, es muy significativo —y curioso— el poema dirigido al maestro que en enero de 1961 firman conjuntamente los cinco componentes del grupo, aunque el autor material del texto es Juan Bañuelos, y que se conserva en el archivo particular de Bartra. Dice así:

ULISES

                                Para el Viejo Bartra

Oye quejarse las vigas de mi casa;
escucha el corazón de cinco amigos:
yo sé que estarán cerca sus latidos
de tu pecho de viejo lobo
y de Ana.

La pena nunca ha uniformado versos,
por eso escribo sin medir el tiempo;
porque el tiempo es un puente
—sin aguas y sin viento—
que vas a atravesar con tus ausentes.

Hermano de hace un pecho,
de hace un diente de ternura,
tu sabes que el amor es movimiento
y que el hombre más cuerdo
es aquel que ahora da de beber su locura.

No intentes platicarnos de tu viaje.
No nos hables de días y distancias.
Pues basta saber que tú nos dejas
para pedirte que en el mar nos veas,
en el Mediterráneo de tus playas viejas,
en la llovizna de París,
en Grecia...

                                 No insistas.
No intentes platicarnos de tu viaje,
pues des de ahora estamos hechos ya los cinco
un amoroso y fraternal mensaje.

El poema es un claro reconocimiento de magisterio, escrito poco antes de que Bartra haga uno de sus viajes a Estados Unidos y cuando —por lo que se desprende del texto— ya tiene planificado el viaje a Europa que iniciará a finales de agosto de aquel mismo año. El reconocimiento y el homenaje son incuestionables, pero no nos pasa desapercibido que, ni que sea indirectamente, el poema pide también que el homenajeado no abuse de sus prédicas (vv. 15, 22) ni insista mucho (v. 21). Es una manera, ni que sea muy ligera, de marcar distancias. Y es que en realidad, esta especie de tándem entre el maestro y sus discípulos funciona hasta el viaje de Bartra a Estados Unidos, pero después ya no. En 1961 el momento álgido de la relación del escritor catalán con este grupo de poetas empieza a decaer. Las pocas cartas que se cruzan mientras dura el viaje son un síntoma de este enfriamiento. El 3 de julio de 1961, por ejemplo, Bartra se queja a Jaime Augusto Shelley en carta des de New Haven de que hace cinco meses que se encuentra en Estados Unidos y que no ha recibido ninguna señal de vida de los compañeros de la Espiga: (27)

Ya empezábamos a creer que la «espiga» se nos había desgranado, y que, si bien no podíamos haber sido olvidados, el recuerdo había entrado en aquella zona crepuscular donde uno no se exige ningún esfuerzo directo para avivar la llama o mantener el diálogo. Porque el caso es que a los cinco meses de ausencia, la tuya es la primera carta fraterna que recibo de México. El silencio —¿por qué no decirlo?— me dolía: era como un puente dolido en mi corazón. Soy hombre de cicatrices, bien lo sabes, como sabes también que algunas de ellas he podido convertirlas en manadero; pero esta última, la callada, era una especie de cicatriz de herida ausente, por decirlo así, y todavía me negaba a aceptarla... A Laco [Eraclio Zepeda] le mandé una postal, a Xalapa, hará tres o cuatro meses. A Juan le escribí dos veces...Bueno, ya me he rasgado un poco las vestiduras, y la verdad es también que, tanto Anna como yo, buscábamos y encontrábamos excusas para soluciones provisionales: porque os queremos demasiado, sois demasiado únicos para que nos arriesguemos a cerrar nada.

Está claro que este enfriamiento no es otra cosa que un síntoma de crisis de crecimiento. Es cierto, en palabras del mismo Bartra, que «después cada cual siguió su camino particular»,(28) pero no es menos cierto que, al menos hasta 1965, el grupo continua funcionando y incluso publica Ocupación de la palabra, el segundo volumen colectivo, ahora ya sin prólogos, padrinos ni maestros.(29)

Fruto de esta vinculación con el grupo de La Espiga Amotinada, hay algún otro aspecto a tener en cuenta: Bartra ha tomado partido y esto le sitúa en primera línea de las polémicas literarias del momento. Así, además de grandes defensores, empieza a tener también serios detractores entre la crítica mexicana, lo que hasta el momento —sea por respeto o por desconocimiento— no había sucedido. El cambio es en realidad un síntoma de normalidad en el proceso de acercamiento de Bartra al mundo cultural mexicano, pero también pone perfectamente en evidencia el compromiso del poeta con la realidad que le ha acogido. Sólo hay que leer algunas de las reseñas aparecidas con motivo de la publicación de La espiga amotinada. Incluso hay quien habla de «el insoportable prólogo de Agustí Bartra» para un libro que lo que provoca son «ganas de ponerse a llorar por nuestros subdesarrollados países literarios».(30)

Quizá por todo ello no es de extrañar que la toma de posición de la crítica mexicana respecto a la obra posterior de Bartra no sea tan unánime. Aún existe acuerdo en 1962 a la hora de la valoración positiva de Màrsias i Adila en un número monográfico de la revista El Corno Emplumado,(31) pero las discrepancias son ya bien palpables a propósito de La lluna mor amb aigua en versión castellana (1968). La novela, como ya sabemos, significa un nuevo intento de asimilación del mundo mexicano a la propia obra, que complementa y culmina lo que había sido anteriormente Quetzalcoatl. Ahora, sin embargo, el reconocimiento ya no es total. En las numerosas reseñas que aparecen en la prensa podemos leer comentarios para todos los gustos, que van desde el elogio sincero hasta quien considera que el texto pone en evidencia «errores de principiante».(32)

Este proceso de progresiva aproximación entre Bartra y el mundo mexicano es el que explica que en una entrevista de 1979, casi diez años después del fin del exilio, el poeta afirme contundentemente que «si una nueva coyuntura trágica me arrancara nuevamente de mi país, escogería de nuevo México como tierra y patria indispensables».(33) O que Anna Murià, que por su relación familiar conocía el tema de primera mano, haga afirmaciones suficientemente contundentes en el sentido de que «hubo identificación por parte del poeta y hubo reconocimiento por parte del país. La prensa mexicana se hizo muchas veces eco de sus realizaciones: ediciones, recitales, cursillos... [...] México dio mucho a Bartra y éste dio mucho a México».(34)

Como hemos visto, las cosas en realidad no fueron tan sencillas como parece deducirse de la cita anterior. El proceso que hemos ilustrado pone en evidencia la compleja relación existente entre los intelectuales exiliados y el mundo y la cultura que los acoge. Que, en el caso de Agustí Bartra, las cosas no fueron tan simples se pone perfectamente de manifiesto en este fragmento final de la carta que el 28 de noviembre de 1969, a pocos días del retorno a Cataluña, Bartra dirige a su amigo mexicano Carlos Antonio Castro:.(35)

Creo que eres el único en México que tiene toda mi obra, reunida con una fidelidad conmovedora. ¡Mira que ir a dar en La luna precisamente ahora, como un astronauta de más honduras que los que EE.UU manda! Los mexicanos, y me duele decirlo, han hecho muy poco caso de mi plenilunio, como tampoco se han mostrado nunca interesados en mi Quetzalcoatl!
NOTAS
(1) Para un seguimiento del periplo vital del escritor véase Anna Murià, Crònica de la vida d'Agustí Bartra, Barcelona: Pòrtic, 1990 (3ª ed.). Para el estudio de su obra véase principalmente Anna Murià, L'obra de Bartra, Barcelona: Pòrtic, 1992; «Actes del simposi Agustí Bartra», Faig, Manresa, núm. 30, octubre 1988 y Joaquim Espinós, La imaginació compromesa. L'obra d'Agustí Bartra, Alacant: Universitat d'Alacant, 1999. De entre los diversos estudios existentes sobre la relación entre Bartra y México véase, especialmente, A[nna] M[urià]. «La inspiración mexicana», prólogo a Agustí Bartra. Quetzalcoatl. México: Universidad Autónoma Mexicana, 1988, pp. 9-66; Esperanza Martínez Palau, Agustí Bartra en México. Tesis para obtener el grado de Maestra en Letras Hispánicas (literatura española). México: Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1989; y Jaume Aulet. «Algunes dades sobre la recepció de l'obra d'Agustí Bartra durant els anys de l’exili» en Sesenta años después. Las literaturas del exilio republicano de 1939. Actas del II Congreso Internacional (Bellaterra, 1999). Volumen I. Sant Cugat del Vallès: Associació d'Idees / Gexel, 2000, pp. 419-438.
(2) En total son veintiocho libros en catalán y once en castellano, de distintos géneros, además de colaboraciones dispersas en la prensa, antologías y traducciones. Para un catálogo completo, véase «Bibliografia d'Agustí Bartra», Faig, Manresa, núm. 18, septiembre 1982), pp. 23-28.
(3) Esta consideración aparece por primera vez en Murià, Crónica..., op. cit., especialmente pp. 175-176, y se convierte en una referencia recurrente en estudios posteriores.
(4) T[omás] S[egovia]. «Libros», Hoy (31-III-1956). Las referencias de la prensa mexicana provienen siempre del material conservado en el archivo personal del poeta, que actualmente se encuentra en el Archivo Histórico de Terrassa (Barcelona). A veces son referencias incompletas o imprecisas.
(5) «Dos mexicanos fueros premiados con becas», afirma el redactor a propósito de la concesión de una ayuda concedida por la Fundación Guggenheim.
(6) Murià, Crònica..., op. cit., pp. 255-257.
(7) Véase, por ejemplo «Notas de J. C.», Excelsior, México, 7-XI-1957.
(8) Alfredo Cardona Peña, «Libros», Revista de Revistas, 3-XI-1957. Para el resto de referencias sobre la recepción del libro véase Aulet, “Algunes dades...», op. cit.
(9) «Bambi», «Agustí Bartra ingresa al I. I. A. L. [International Institut of Arts and Letters] de Lindau, Suiza», Excelsior, México, 4-III-1957.
(10) Sobre esta ruptura véase Jaume Aulet. «La correspondència d'exili d'Agustí Bartra», en Manuel Aznar Soler (ed.), El exilio literario español de 1939. Actas del Primer Congreso Internacional (Bellaterra, 27 de noviembre - 1 de diciembre de 1995), volumen I, Sant Cugat: GEXEL, 1998, pp. 539-553.
(11) Pedro Gringoire, «Libros de nuestros tiempos», Excelsior, 1957. El recorte de prensa conservado en el archivo no concreta más la referencia.
(12) Francisco Zendejas, «Multilibros», Excelsior, 11-VI-1957.
(13) Véase Murià, Crònica... op. cit., p. 259.
(14) A[nna] M[urià], «La inspiración mexicana», op. cit., p. 9.
(15) En este sentido, es significativa la importancia que se le otorga desde Situaciones, revista próxima al grupo de La Espiga Amotinada (Agustí Bartra, «Quetzalcoatl», Situaciones, núm. 21-22, octubre-noviembre 1959, pp. 6-7). El texto va acompañado por un artículo de uno de los miembros destacados del grupo (Jaime Labastida,«Posible actualidad de algunos pensamientos de la poesía náhuatl», Situaciones, núm. 21-22, octubre-noviembre 1959, pp. 8-9).
(16) Véase especialmente Manuel Duran. «El escritor Agustí Bartra y el mito de Quetzalcoatl». Excelsior, 22-XII-1959. La reseña constituye el punto de partida de un estudio más ambicioso publicado poco después, también en México: Manuel Duran. «La aventura poética de Agustí Bartra», Cuadernos Americanos, CXVI, núm. 3, mayo-junio 1961, pp. 247-257.
(17) Agustí Bartra, «Arenas de nadie», México en la Cultura, marzo 1959.
(18) Agustí Bartra, «Cora y la granada», México en la Cultura, febrero 1958.
(19) La cita procede de una nota de prensa de 1959 en el diario Excelsior a propósito de una conferencia en Guadalajara. El recorte conservado en el archivo no permite concretar mejor la referencia.
(20) La revista le reserva las páginas centrales del núm. 9, septiembre 1962.
(21) «Muestrario de las letras», México en la Cultura, núm 753, 24-II-1963.
(22) «Diez décadas de poesía mexicana. Presentación y selección por Agustí Bartra», México en la Cultura, núm. 753, 25-VIII-1963. Bartra también pronunció conferencias en universidades americanas sobre temas relacionados con la poesía mexicana. Véase Agustí Bartra, ¿Para qué sirve la poesía?, selección y presentación de D. Sam Abrams, México: Siglo Veintiuno Editores, 1999.
(23) Véase especialmente Murià, Crònica... op. cit., pp. 260-263 (que afirma que fue José de la Colina quien ejerció de intermediario entre el poeta catalán y los jóvenes escritores mexicanos) y Martínez Palau, op. cit., especialmente pp. 40-64.
(24) Agustí Bartra, «Cinco poetas fraternales que todavía no descubren el amor», México en la Cultura, núm. 502, 27-X-1958, pp. 1, 3.
(25) El nombre del grupo, sin embargo, no fue idea de Bartra sino de Juan Bañuelos, que lo extrajo de Quevedo. Véase Myriam Moscona, «De frente y de perfil. Juan Bañuelos», La Jornada Semanal, núm. 19, 22-X-1989, pp. 44-45.
(26) Agustí Bartra, «Prólogo», en Juan Bañuelos, Jaime Labastida, Óscar Oliva, Jaime Augusto Shelley y Eraclio Zepeda, La espiga amotinada, México: Fondo de Cultura Económica, 1960. Citamos a partir de la reedición en Agustí Bartra. «La espiga amotinada». en ¿Para qué sirve la poesía?, op. cit., pp. 230-236.
(27) En una de estas dos cartas, de 27 de febrero de 1961, le dice: «Espero tu voz y tu aguijón, Juan. Y saber de México. Escribe pronto. [...] Mi corazón piensa en los dos Jaimes, en Lako, en Oscar. Los canallas no me escribirán nunca!» Bañuelos no le contesta hasta el 20 de agosto.
(28) Bernardo Lima, «Catarsis, incendio, metamorfosis y misión. Entrevista con Agustí Bartra», Uno más uno. Sábado, 28-VII-1979.
(29) Véase Porfirio Martínez Peñalosa, Los cinco poetas de «La Espiga Amotinada», México: Publicaciones del Instituto Cultural Mexicano Israelí, 1966. Sobre la relación posterior entre Bartra y algunos componentes del grupo véase, por ejemplo, Jaime Labastida, «La poesía de Agustí Bartra», Memoranda. Revista de la Subdirección General de Servicios Sociales y Culturales del ISSTE, núm. 42, mayo-junio 1966, pp. 39-40 y Jaime Labastida, «Agustí Bartra: el tipo pródigo», Plural, núm. 134, noviembre 1982, pp. 4-6.
(30) Luis Guillermo Piazza, «Siete días. Libros», Diorama de la Cultura, 12-XII-1960.
(31) Véase, por ejemplo, Efrén Núñez Mata, «Una epopeya lírica de Agustí Bartra», El Universal Gráfico, 19-X-1962, p. 7.
(32) Orlando Ortiz, «La luna muere con agua», El Día, 23-XII-1968. El mismo diario incluye posteriormente otra reseña más calmada (Alfredo Juan Álvarez, «Investigaciones mágicas», El Día, 18-III-1969).
(33) Lima, «Catarsis, incendio, metamorfosis y misión. Entrevista con Agustí Bartra». op. cit.
(34) M. R. A. [Anna Murià Romaní], «Prólogo» en Agustí Bartra, El gallo canta para los dos, Puebla: Universidad Autónoma de Puebla, 1984, p. 15.
(35) Se refiere, lógicamente, a La lluna mor amb aigua y a la llegada al satélite de los astronautas americanos.

[El presente artículo fue publicado originalmente en formato papel en Estudios Jaliscienses, núm. 61 (agosto 2005), pp. 42-55.]
Derechos de autor Agustí Bartra, escritor y traductor en el exilio